En otoño de 2015, el gobierno anunció, una vez más, que comenzarían lo más rápido posible los trabajos del aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes. Persiste en su voluntad de expulsar de la zad al conjunto de los que la habitan y la cultivan. Con las fuerzas conjugadas de las retroexcavadoras de Vinci y de las granadas de la gendarmería, el gobierno pretende « lo más rápido posible », poner fin a todo lo que vive y está en este bocage -bosques, humedales y tierras agrícolas-.
Ante esta renovada amenaza, este texto es un llamamiento a defender en todos lados la zad ; y a través de ella, toda esperanza contagiosa que ella transmite en una época árida. La zad como convicción de que es posible detener los proyectos destructores de quienes pretenden gobernarnos. La zad como espacio donde se inventan aquí y ahora otras maneras de estar en el mundo, plenamente y compartiendo. Esta esperanza se basa en una historia común, rica en anhelos de miles de insumisos y de vínculos reforzados a lo largo del tiempo. Las líneas que siguen evocan algunos fragmentos decisivos de esta aventura, que son a la vez huellas brillantes para el futuro.
Somos alguno-as habitantes de la zad de Notre-Dame-des-Landes o compañeros íntimos de ruta que vivimos al compás de esta rebelión. En la Mauvaise troupe, trabajamos desde hace algunos meses en la recopilación y en la divulgación de los textos mediante la publicación de una serie de entrevistas y de una publicación que saldrá en primavera. Impulsados por un sentimiento de urgencia, hemos decidido tomar la pluma para contar y difundir por todos lados el porqué es necesario defender la zad. En un mundo donde reina el « yo » ambicionamos hablar aquí al « nosotros ». El « nosotros » utilizado en este libro nos sobrepasa y corre el riesgo incluso de encarnar al filo del relato una de las voces colectivas de un movimiento fuertemente heterogéneo. No es la voz única, pero sí un intento de enunciación de aquello que se construye en común y es indeleble en el entrecruzamiento viviente de nuestras posiciones y de nuestras experiencias individuales.
Era otoño de 2012 en el bocage de Notre-Dame-des-Landes. Fue en ese momento que bruscamente todas las miradas se dirigieron hacia esta lucha contra un proyecto de aeropuerto, que debía aterrizar sobre casi de 2000 ha de zonas de humedales, aldeas y tierras agrícolas. Mantenemos el recuerdo, aún vivo, de eso que aquel otoño trastocó a cada uno de nosotros, que nos atrapó, de cerca como de lejos, por el intenso curso de los acontecimientos.
En la madrugada del 16 de octubre, en una carretera secundaria bordeada de hayas e inundada por una nube lacrimógena, una interminable columna de furgones se ponen en movimiento. Esta armada precede a las maquinarias venidas a destruir algunas decenas de granjas y cabañas ocupadas « sin derecho ni título », según los términos de las órdenes de desalojo recibidos algunos meses antes.
El estado parece tener todo de su lado : medios financieros considerables, más de mil hombres movilizados, un equipamiento ultramoderno, una disciplina de hierro, medios de comunicación de masas para transmitir su propaganda, una « Declaración de Utilidad Pública » a la que apela para asentar su autoridad. Este proyecto de aeropuerto está obviamente al servicio del crecimiento, del empleo, de la transición ecológica e incluso de la seguridad ; en resumen de todos los fetiches de los cuales quienes nos gobiernan son los guardianes y camelots.
Desde los primeros rechazos al proyecto durante los años 1970, y más aún desde su relanzamiento a principios de 2000, los años de trabajo de los contra-expertos y de información han contribuido a convertir el aeropuerto en proyecto muy impopular. De año en año, las miradas sagaces ya no se dejan engañar. De pueblo en pueblo, las voces se liberan y lo que está en juego se entremezcla : calentamiento global, protección de la biodiversidad, preservación de las tierras agrícolas, defensa de espacios refractarios al desierto consumista que se extiende con la metrópolis... Para cada vez más gente el proyecto de aeropuerto representa principalmente un medio de llenar los bolsillos de la industria de la construcción, en este caso, su constructor y su concesionario, la multinacional Vinci. Pero las consultas y estudios públicos de rigor hacen caso omiso a los sólidos argumentos de los opositores y no se arriesgan a contradecir a sus patrocinadores. Dado que el estado parece asentarse regiamente sobre las leyes que rigen tales « ordenamientos », y de los que se supone es el garante, las asociaciones anti-aeropuerto, ACIPA a la cabeza, han llevado la lucha al terreno de los tribunales. Éstas han alzado meticulosamente, durante años, las barricadas de papel para retrasar los plazos. La justicia terminó rechazando uno a uno los recursos presentados. En muchos otros frentes, los más determinados acaban generalmente bajando los brazos y dejan sitio a la marcha forzada del progreso. Pero en el bocage, aquellas y aquellos que habitan la zad rechazan aún someterse y abandonar el terreno para dar lugar a las obras. Los estudios preliminares a los trabajos, perforaciones y gestiones de « compensación medioambiental » no cesan de ser bloqueados o saboteados.
En los gabinetes de la prefectura encargados del caso del Aeropuerto de Grand Ouest, planifican desde hace semanas la intervención policial que debe asegurar el comienzo de los trabajos. Un pequeño genio tuvo la descabellada idea de bautizar esta intervención « Operación César », en un exceso de arrogancia en el país de Astérix. El 16 de octubre, después de haber desplegado sus tropas, el Prefecto, persuadido de haber vencido a los irreductibles anti-aeropuerto, declara en conferencia de prensa : « a las 10:00hs, todo ha terminado ». No puede imaginar aún la determinación que se está alzando frente a él.
Desde ese 16 de octubre en la mañana, frente a los policías estamos nosotros. Nosotros al principio no somos muchos, pero desde el primer día, somos fuertes gracias al arraigo de esta lucha.
Nosotros somos los grupos de « ocupantes » que llegamos poco a poco en estos años al bocage por el llamamiento de un colectivo « de habitantes que resisten ». Nosotros estamos vinculados a estas tierras en resistencia, a los senderos que recorremos en la búsqueda de moras y de setas, a las aventuras, a las fiestas, y a los trabajos colectivos. Luchamos alrededor de nuestras cabañas y casas con escudos improvisados, el equipo de escalada para subir a la cima de los árboles, algunas piedras, fuegos artificiales y unas cuantas botellas incendiarias para contener y repeler los ataques enemigos, limón para la protección contra gases y ordenadores para contrarrestar la propaganda de los medios...No dejamos de correr jadeantes, hundidos en el barro, para entorpecer los movimientos policiales, y luego desaparecer detrás de las hayas y bosquecitos, que se habían vuelto muy familiares para nosotros. Esperamos durante horas, bajo la incesante lluvia, detrás de las barricadas que se encienden al acercamiento de las tropas.
Nosotros somos los habitantes y lo-as campesino-as de la zad para quienes abandonar el lugar ha sido siempre inconcebible. A pesar de las presiones incesantes y de la precariedad de un futuro incierto, hemos resistido hasta ahora para no perder los jardines que cuidamos y los vínculos con los vecinos, las granjas con sus ritmos marcados por el ordeño y los gozos que regalan las luces lunáticas del bocage. Nosotros no fuimos objetivo directo de esta primer tentativa de desalojo gracias a un acuerdo alcanzado después de una larga huelga de hambre en 2012 y que protegía provisionalmente a los habitantes legales. Pero sin vacilar, abrimos nuestras granjas y nuestras casas como refugios y bases logísticas desde las cuales resistimos juntos.
Nosotros somos los de los alrededores, militantes experimentado-as, campesino-as solidario-as o simples vecino-as que la situación ha enfurecido abruptamente. Nos encontramos en la granja de la Vacherit con la íntima convicción de tener un rol activo a desarrollar en aquel entonces. Tenemos por armas y equipaje calcetines secos, pancartas, equipos para filmar el desalojo y testimoniar las violencias policiales, bolígrafos para escribir cartas de rebelión y motosierras para reforzar las barricadas sacrificando algunos árboles. Entre nosotros, muchos ancianos que aún guardan la memoria de las luchas encarnizadas dentro de la región, que tanto ha costado al « poder económico de Francia » el fracaso de tres proyectos de centrales nucleares en 20 años, en Plogoff, en Pellerin y en Carnet. Nosotros también hacemos frente a los gendarmes, nuestros cuerpos en medio de la carretera.
Somos una comunidad de lucha naciendo.
Entre los policías y nosotros, nuestras barricadas, que a primera vista parecen edificaciones bastante frágiles. Erigidas a toda prisa durante la noche, fabricadas de trozos : viejas carcasas de coches, neumáticos usados, balas de paja y todo aquello que llega a nuestras manos. Ante todo, lo que ellas materializan es la obstinación que crece.
Nuestra primer victoria, en aquellos días sin fin, es de haber mantenido el terreno a toda costa ante ese despliegue masivo cuyo único objetivo era el de forzarnos a huir, y a la rendición. Nuestra primer victoria fue que nos defendimos a pesar de todo, mientras que justamente nada podría presagiar la victoria.
Sin embargo, rápidamente varios edificios de la zad son reducidos a ruinas, llevándose hasta la última piedra en los camiones de basura, como para limpiar hasta los fragmentos de nuestros recuerdos. Pero muchos otros edificios amenazados quedan todavía en pie.
Luego de la primera semana de desalojo, hubo una manifestación en Nantes y yo debía hacer el discurso del comienzo, temblaba, y tuve la idea de enumerar todos los sitios expulsados y los que todavía resistían, sus nombres y también los nombres inventados por el movimiento de ocupación : la Bellich’, le Coin, la Gaité, les Planchettes, les 100 Chênes, le No Name, les Fosses noires, les Vraies rouges, le Far west... Para mí esto expresaba la manera en que la zona que ellos decían vacía estaba en realidad llena de vida.
Jasmin, Naturalista en lucha.
Nadie puede pretender ser insensible al miedo, a las dudas y a la fragilidad que nos atraviesan en aquellas circunstancias. Pero hay un momento donde surge la certeza compartida que mientras exista la mínima posibilidad – por ínfima que sea- de poder incidir en la situación con la que estamos comprometidos, tenemos que hacerlo. Esta certeza es la que amplia nuestros límites ante la falta de sueño, la humedad, el barro y las municiones policiales. Se trata de levantar la cabeza y aceptar que resistir siempre es una apuesta. En otoño de 2012, una vez hecha la apuesta todo cambia.
Cada día más gente se van acercando a la zad. En la Vacherit el abastecimiento alcanza proporciones delirantes, al punto en que el hangar agrícola puesto a disposición de la lucha toma aires de la caverna de Alí Baba, con sus montañas de frutos secos y de botas, sus montículos de medicamentos y de tabletas de chocolate, de radios a batería y de ropa de abrigo. El movimiento incesante de nuestra logística improvisada y de los vaivenes a través de la zona hace fluctuar el tamaño de estos stocks vitales, que sin embargo no parecen agotarse nunca. Las barricadas se rearman, cada vez más imponentes noche tras noche, incansablemente reconstruidas después de cada nuevo asalto. Miles de personas pendientes de los flash informativos del sitio web de la zad viven al ritmo de los acontecimientos. En Radio klaxon, que pirateo el 107.7 de Radio Vinci Autoroutes, informan las posiciones de los policías intercaladas con la lectura de mensajes de apoyo que cuentan por centenas.
En el huerto del Sabot, luego en la granja ocupada del Rosier, campesino-as de toda la región, reagrupados en el colectivo COPAIN, se lanzan de todo corazón en la batalla. Los « tractores vigilantes » llegan multiplicando la fuerza material del movimiento, superponiendo balas de paja y pilones para bloquear los caminos y forman un aro protector alrededor de las edificaciones amenazadas. El espíritu de la revuelta instigado en la región por el movimiento de campesinos-trabajadores a lo largo de los años 1970, que contribuyó al inicio de la oposición al aeropuerto junto a los agricultores amenazados por el proyecto, parece resonar de nuevo en la campaña de Loire-Atlantique.
En toda Francia surgen más de 200 comités locales que se organizan colectivamente para acercarse y también para llevar a cabo acciones de solidaridad proteiformes : contra-información, ocupaciones de ayuntamientos, visitas animadas a los locales del Partido Socialista, peajes gratuitos en las autopistas Vinci, sabotajes de las obras, manifestaciones y concentraciones, etc. Estos gestos extienden la lucha a nivel nacional, y le dan una nueva dimensión que podemos valorar con la manifestación de reocupación. Anunciada desde tiempo atrás, era una apuesta estratégica de desplazar lo que estaba en juego del conflicto. No se trataba solamente de prepararse ante un desalojo, sino que era también una manera de demostrarles que aunque conseguían expulsarnos, nosotros seríamos cada vez más numerosos – « un mes más tarde » - para reconstruir algo aún más poderoso que lo que ellos creyeron poder aniquilar.
17 de noviembre de 2012. Luego de cuatro semanas de destrucción y de combates, los policías desaparecen del cuadro. Dejando en su lugar una marea humana de 40 000 personas. Al comienzo de la manifestación, el pequeño poblado de Notre-Dame-des-Landes parece tragado por la multitud, hasta el punto en que una centena de tractores presentes no pueden unirse al cortejo. Unos kilómetros más allá, vemos como pasan de mano en mano innumerables tablas y vigas que se pierden en el bosque. Ubicado en el centro de un bosque de castaños, un pueblo surge de la nada en un día, con su cocina, su taller, sus dormitorios comunes, su « black bloc sanitario », su sala de reunión y su « NoTAVerne », bar-comedor que rinde homenaje con su nombre a la lucha hermana de Val de Susa contra el Treno Alta Velocita (Tren de Alta Velocidad en italiano, TGV en francés). Durante muchos meses, « La Chat-teigne » será el punto de encuentro de los comités locales, que se turnan para habitarlo. Aquella tarde, somos unas decenas de miles que nos vamos con el sentimiento de haber ganado la partida a César y cambiar el rumbo de la historia. Somos otras decenas que no podemos simplemente volver del todo, atrapados por la intensidad de la aventura y preparados para abandonar nuestros empleos y nuestros pisos.
23 y 24 noviembre de 2012. Lo que está en juego aquí ha tomado tal dimensión que este trozo de territorio en suspenso se convierte en un tema cotidiano : desde las portadas de la prensa local a los titulares de los medios de comunicación nacionales, pasando por las discusiones de bar y por las reuniones de alto nivel, la zad se convierte en el centro efímero de la vida política francesa.
No es posible dejar que un quiste se organicé, tome un lugar, de manera duradera, con la voluntad de perjudicar con medios a veces peligrosos (...). Haremos todo lo posible para que la ley sea respetada (…) para que los trabajos puedan llevarse a cabo.
Manuel Valls, entonces ministro del Interior, 23 de noviembre de 2012.
Antes del amanecer del viernes 23, una columna de gendarmes móviles penetra en silencio hasta el corazón de la zad. En los dormitorios comunes, cuerpos en fila, abrigados dentro de los sacos de dormir descansan de la memorable fiesta de la noche anterior. Los vigilantes en las barricadas harán sonar las alarmas pero demasiado tarde. El tiempo justo para que todo el mundo despierte, se pongan de nuevo los calcetines húmedos y sus emblemáticos pares de botas embarradas. Los militares ya han tomado posición alrededor de las cabañas de La Chat-teigne. Una ventana rota y a continuación unas generosas ráfagas de gas lacrimógeno, nos expulsan en la oscuridad del bosque que nos rodea.
Ese fin de semana, las autoridades quieren tomar el control y deshacerse de la humillación de la manifestación de la reocupación. El alba revela lo trágico de la situación. La Chat-teigne está en manos de la policía. En Rosier, los tractores vigilantes no han podido detener a las retroexcavadoras, que no tardan en atacar el edificio. En el bosque de Rohanne, suspendida entre el cielo y la tierra una banda de amigo-as tenaces se menean con las cuerdas que les llevan hasta la cima de los árboles. En el suelo, pequeños grupos de gendarmes escoltan las máquinas que deben destruir de nuevo sus cabañas colgadas de las ramas, muchas veces ya reconstruidas estas últimas semanas para impedir físicamente la tala de los árboles, primera fase de los trabajos previstos inmediatamente después de los desalojos.
La noticia se propaga. Muchos de los que se fueron el 17 de noviembre llevándose consigo un poco de la zad, han tenido también el sentimiento de haber dejado un poco de ellos mismos en la construcción comunal de la Chat-teigne. Al anuncio del asalto, ellos se unen al bosque dejando sus asuntos atrás. Ahora somos cientos de personas encontrándonos en medio de la bruma y del humo. Estamos juntos. Al pie de los árboles o sujetando a los camaradas, acosamos en una ronda endiablada la escolta policial de las máquinas que quieren talar el bosque. El acercamiento provoca y desorienta a los gendarmes móviles con su presencia tradicional bretona, o bajo sus invectivas que son más gritos del corazón que eslóganes. Cantamos, aullamos, luchamos, lloramos, discutimos, nos abrazamos.
En frente todo la consigna es clara : es necesario marcar las carnes para que se les quiten las ganas de esta incontrolable disposición a la insumisión. Contaremos después de la batalla nuestros heridos : una centena de los cuales cerca de treinta presenta heridas y lesiones graves sólo en la jornada del sábado. Las explosiones de las granadas, del mismo tipo que la que matará a Rémi Fraisse dos años más tarde en otra zad en Sivens, penetran nuestros cuerpos y se quedan bajo nuestra piel. Como para que en el futuro su presencia dolorosa nos ordenara a bajar la cabeza. Pero esta vez, no nos harían retroceder de ninguna manera, y cada golpe no hacía más que reforzar nuestra resolución. Por mucho tiempo.
Aquel día había mucho follón en el bosque de Rohanne. Y he visto la violencia policial, esto me enojó mucho. Y desde entonces no ha dejado de enojarme. Esto no me deja tranquila.
Anne-Claude del comité local de Blain.
Fuera del bosque, el conflicto contagia y se amplifica. El viernes en la tarde decenas de tractores se dirigen hacia los cuatro puntos del paso de la Loire río abajo en Nantes. El puente de Cheviré de Nantes, el de Saint-Nazaire, así como los transbordadores de Pellerin y de Basse-Indre fueron bloqueados desde la tarde. El sábado delante de la prefectura de Nantes, 10 000 personas toman la calle y se enfrentan al camión hidrante movilizado para la ocasión.
La noche cae sobre el bosque de Rohanne. Presenciamos el retiro desordenado de las fuerzas del orden, bajo los proyectiles y los aullidos de lobo. Sólo nos quedaban nuestras propias conjeturas sobre lo que significaba esta retirada, supimos entonces por la radio que el gobierno anunciaba el final de la operación César.
Somos conscientes que esto no es más que una batalla, y que el proyecto todavía no está enterrado. Debemos ahora hacer frente a una estrategia más fina de parte del gobierno : la puesta en marcha de una « comisión de diálogo », una instancia de negociación como las que han podido acabar con tantas luchas sociales del pasado. Busca ante todo dividir el movimiento ya que no ha podido sacarlo del territorio donde habita. Pero ACIPA no acepta participar del engaño y rechaza encerrarse dócilmente en un salón de « personas razonables ». ¿Qué había que negociar exactamente ? La ecuación es simple : el proyecto de aeropuerto es abandonado o el bocage es destruido y sus habitantes desalojados.
Paralelamente, apenas algunas horas después de la derrota de César algunas furgones vuelven y se posicionan en los cruces de la Saulce y de Ardillères. Estos checkpoints, que cortan la zona en dos y que controlan las entradas, serán permanentes durante cerca de cinco meses. Los policías se quedaran allí, parados alrededor de sus camiones, sin nada que atacar y sin más nada que defender que la vacuidad de la propia presencia. Contemplaran impotentes la multitud que cada día los rodea. Sufrirán el desprecio, las burlas y ataques diversos y variados. Los materiales de construcción, prohibidos sobre la zona por un absurda ordenanza prefectoral, serán, sin embargo, transportados por caminos secundarios. Un gendarme especialista en mantener el orden confesará contrariado a un periodista de Télégramme :
« Evacuar, siempre es posible, incluso en una zona así de importante y difícil. Sólo es necesario tener los medios. Pero mantenerlo es imposible. »
12 de abril de 2013, el otoño y el invierno húmedos de los que estamos saliendo ceden lugar a los primeros brotes bañados por la luz de un sol tan esperado. Los gendarmes abandonan por fin el bocage mientras el gobierno anuncia que el aeropuerto se hará efectivamente...un día. Sin embargo, en medio de las hayas y en las calles de Nantes, en las reuniones de los comités, en las asambleas comunes en la Vacherit nace un sentimiento compartido de victoria cercana. Es así que la reivindicación « No al aeropuerto » se transforma en una certeza de la que no desistiremos : « Jamás habrá un aeropuerto en Notre-Dame-des-Landes. »
La mañana siguiente, tiene lugar la operación « Siembra tu zad ». Miles de personas se dirigen, horcas y azadones en mano hacia la carretera departamental 281 todavía obstaculizada por chicanas y en medio de la cual se alza una torre de control « Bison Futé », cuya esbelta figura desafía la misma idea de la línea recta. Los cultivos se retoman en los campos aún cubiertos de los cartuchos de gases lacrimógenos. Los huertos crecen en los espacios sitiados durante el invierno : la Wardine, les 100 noms, les Rouges y Noires... En Saint-Jean-du-Tertre plantamos cepas de viñas que no darán vino hasta dentro de unos años. Nuevas cabañas se levantan en todos lados al ritmo frenético de los golpes de martillo que resuenan en todos los rincones del bocage.
Con la derrota de César comienza una nueva página en esta lucha. Por muchos meses o incluso años la zona es nuestra. Debemos aprovechar este tiempo hasta la próxima tentativa de transformarnos en un complejo aeroportuario. El sentimiento embriagador de libertad está a la altura del desafío al que le hacemos frente. Aunque los policías tengan, a partir de ahora, la orden de no aventurarse más por la zona, el poder no se evapora. Se retira para reajustar sus maniobras y espera que su ausencia deje paso al ineluctable caos a partir del cual legitimar su regreso.
Es necesario darse cuenta que en esta primavera todo se concentra en un núcleo en ebullición, que tiene mucho más de explosión que de introspección. Hasta la operación César, nunca habíamos sido tan numerosos y diversos habitando la zad y de mil maneras. Los campesinos de los alrededores desde la abertura y la toma colectiva de la granja de Bellevue, dedican a ésta buena parte de su tiempo. Los comités locales con los que se establecen nuevos intercambios vienen a veces a construir cabañas para reforzar la ocupación y que se disponen como pied-à-terre. Los Naturalistas en lucha se reúnen cada mes para inventariar la fauna y la flora, creando así un vínculo íntimo con los estanques, los prados naturales o las salamandras de la zad sin que tener que habitar a allí.
Decenas de recién llegados pueblan el bocage. Para algunos la zad es un verdadero refugio porque no hay controles de identidad : desde menores huidos hasta refugiados de Calais que llegan para descansar algún tiempo luego de no haber podido alcanzar Inglaterra... Están naufragando por los problemas y por la calle, para quienes la zad es una orilla. Están todos aquellos que desembarcan y se instalan atraídos por este lugar que es la portador de la utopía. A lo que hay que añadir el incesante pasaje y mezcla que aunque a veces resulte agotador, testimonia que la magia de la zad despierta la esperanza y la curiosidad en otras partes.
En esta efervescencia, la situación inédita de la zad y la vacante de poder, nos ofrecen la rara oportunidad de tener una toma directa sobre lo que condiciona material y afectivamente nuestras existencias. Frente al reto de una vida compartida en la zona, otra batalla se asume entonces, contra nosotros mismos y en nosotros mismos esta vez. Ya no se trata solamente de enfrentar al poder bajo su forma más visible, sino de pelear contra aquello que se ha anidado en lo más profundo de nuestros seres. Siempre hay, en todos nosotros, algo de esos individuos separados, envarados en sus identidades sociales, culturales, políticas. La puesta en jaque de un dispositivo policial no bastará nunca para destruir lo que nos tortura aún como el consumismo, las dependencias devastadoras, los prejuicios, el sexismo ordinario...¿Cómo deshacernos del hábito cobarde de querer delegarlo todo, que convive tan bien con la nefasta ambición de querer controlarlo todo ? Los conflictos que nacen en el bocage, ya sean sobre el uso de un bien común, sobre un desacuerdo político o sobre una agresión física, no son fundamentalmente diferentes de aquellos que animan cualquier barrio o pueblo. Salvo que aquí ya no hay instancia superior o hegemónica para arbitrar o intervenir. Entonces debemos meternos de lleno en las cuestiones complejas, que de comúnmente nos apresuramos a acallar o confiar en cualquier institución especializada : policía, justicia, hospital psiquiátrico, consejo municipal, cámara de agricultura, etc.
Mes a mes, el movimiento se aboca en adquirir un arte mordaz de la composición capaz de trascender nuestras diferencias y nuestras discrepancias, sin aplanar sin embargo las cuestiones étnicas y las tensiones fértiles. Las querellas entorno al acceso a los terrenos agrícolas que estallaron la primavera de 2013 ilustran la dificultad de un aprendizaje seguramente tributario del tiempo. Cierto número de conflictos de uso vieron chocar concepciones antagónicas : aquella de la tierra como herramienta de trabajo y aquella de una naturaleza que se tendría que dejar a sí misma, para preservarla de la corrupción de las actividades humanas. Si esta oposición se vive primero como irreconciliable, terminamos por avanzar sobre el camino tortuoso de una experiencia donde se conjugan la reapropiación colectiva del territorio por parte de sus habitantes, la apuesta por compartir una parte de sus recursos – tierras agrícolas, bosques, carreteras y caminos, etc. – pero también el cuidado de gestionar espacios que existen por sí solos, y no porque respondan a una u otra necesidad humana. Es así como, al filo de los conflictos, del que nadie puede negar la dureza, una cierta inteligencia colectiva se aparta de la confrontación entre nuestras diferentes sensibilidades.
La propiedad de las 1600 ha de la zad fue transferida en 2011 por el estado y el Consejo General a la sociedad Aeroports du Grand Ouest (AGO), filial de Vinci. Un cuarto de esta superficie está constituida por terrenos baldíos y bosques ; y otro cuarto continúa siendo cultivado y habitado por los campesinos resistentes. Pero a la espera del inicio de las obras, las 800 ha restantes deben ser reasignadas de un año para el otro por AGO a los agricultores que han firmado un acuerdo amistoso y han recibido indemnizaciones por expropiación. Si el aeropuerto es un verdadero desastre para aquellos que se niegan a irse, en cambio para otros, que ya han encontrado tierras en otros lugares, es la ocasión para expandir por un tiempo su explotación. A partir del 2013, el movimiento de lucha decide que ya no es posible dejarle a Vinci el control de esas tierras, ni de dejarlas plenamente a disposición de los campesinos acumuladores.
En la asamblea bimensual « siembra tu zad », cuya idea nació de las apasionadas discusiones entre ocupantes y campesinos-as en las barricadas de Rosier durante el otoño del 2012, se discute el uso agrícola de las tierras de la zona. Se hace un apartado sobre las huertas colectivas y sobre sus necesidades materiales y mano de obra. Se definen las parcelas libres de uso que serán devueltas a los cultivos de pleno campo, de los que se esperan toneladas de patatas y cebollas. Se discute sobre la dependencia al petróleo de la agricultura mecanizada o sobre la explotación de animales. Se crea una Cooperativa de Usura, Reparación, Daños y eventual Uso de Material Agrícola (CURCUMA), que se ocupará de los tractores envejecidos donados a la lucha. El grupo « vacas » o el grupo « cereales » ponen en marcha la rotación de cultivos entre trigo, pasto, trigo sarraceno y forraje. Un campesino que se opone a la expropiación, propone incluir algunos de sus campos en el ciclo de rotación, mientras que los ocupantes preparan la experimentación de un cultivo de legumbres, con ganaderos bovinos de COPAIN. El resultado, en la actualidad, es la ocupación colectiva y progresiva de 220 ha. Un encuentro semanal que se parece mucho a un mercado –y como si fuera poco, es a precio libre : cada uno da lo que le parece justo– permite compartir una parte de la producción agrícola. El resto se usa principalmente para el abastecimiento de otras luchas, de comedores populares y de ocupaciones de migrantes en la metrópoli de Nantes.
Innumerables experiencias de autonomía florecen, fuera de las lógicas de mercado y de gestión. Lo que ya era un germen antes del periodo de desalojos, ha tomado una nueva dimensión. Van surgiendo un taller de costura y de reparación de bicicletas, una conservería, una cervecería, una panadería nueva, un restaurante-móvil, un molino, un espacio de escritura y grabación de rap, una sala de danza y talleres de autodefensa…Se trabaja la reapropiación de los cuidados con jardines de plantas medicinales y formaciones médicas, principalmente en primeros auxilios, sobre todo a los heridos por las armas de la policía. Se busca construir redes propias de comunicación, desde la web hasta la radio FM. Un boletín, que agrupa encuentros, reseñas, valoración de asambleas, relatos y reivindicaciones es confeccionado y distribuido, cada semana, en los sesenta lugares de vida de la zona por los “carteros” a pie o en bicicleta. Se exploran maneras de hacer fiesta lejos de los clubs de moda y de la industria del ocio : un fest-noz para inaugurar un hangar escoltado, a pesar de la prohibición formal de las autoridades, desde los confines de Finistère ; un banquete de 60 metros lineales, en el polvo de las bolas de trigo, a raíz de una fiesta de trillas ; trances nocturnos en una granja decorada con graffitis, con música experimental o hechizados por la voz de una cantante de ópera… Mantenemos nosotros mismos una parte de los setos, de los caminos, de las redes eléctricas y de los abastecimientos de agua, con grandes obras colectivas más o menos regulares. Se multiplican las construcciones, sin permiso, ni plano local de urbanismo, pero con una inventiva arquitectónica certera : gracias a materiales reciclados, tierra, paja o madera de obra talada y cortada sobre el lugar con un aserradero móvil amigo, que ha atravesado Francia. Se busca sin descanso acuerdos sobre el uso de aquello que es común, sobre cómo ampliarlo y sobre densificar los vínculos que nos unen.
La autonomía, tal y como se experimenta en este territorio, no puede reducirse a su dimensión material o alimentaria. La autocracia no tiene para nosotros nada de deseable. De lo que se trata aquí es de autonomía política. Lo que nos inventamos a tientas, es la capacidad colectiva de definir nosotros mismos nuestras propias reglas. Pero la manera en la que se establecen y evolucionan, al ritmo de nuestra vida común, es más de usos y costumbres que de leyes escritas por la República. La legitimidad sobre la que se apoyan es aquella de lo vivido, de la experiencia, y no responderá a ninguna trascendencia – interés general encarnado por el estado, mercado o voluntad divina. En la brecha abierta por el repliegue del poder, se engulle una multiplicidad de espacios de decisión, de organización y de deliberación autónomas que vienen a destituirlo progresivamente.
Entre estos espacios, las reuniones semanales de ocupantes y las asambleas del movimiento de lucha se suceden con una regularidad y una constancia que evocan la solidez de instituciones costumbristas. Las estructuras oficiales que son ACIPA, ADECA, COPAIN y ciertos comités locales se mezclan con grupos más informales que se organizan, se componen y se recomponen. A estos espacios de organización se suman las decenas de colectivos de vivienda, donde el cotidiano se comparte, las historias de amor y de amistad, las afinidades políticas y los bellos encuentros son la base de la solidaridad cotidiana que sostiene la zad desde hace años. Que conciernan las cuestiones de la vida en la zad o las manifestaciones para mantener la presión sobre los pro-aeropuerto, la organización de la solidaridad con las comunas kurdas o con los represaliados por la lucha contra la granja industrial de miles de vacas, las iniciativas son numerosas y pueden surgir de una discusión al calor del fuego o de una decisión colectiva asamblearia. Es esta constante expansión que evoca la posibilidad de una toma de poder. Esto es lo que hace imposible que un componente de la lucha no se vuelva hegemónico, o que un-a líder tenga entre sus manos la palabra y el destino del movimiento.
Me he acostumbrado a este caldo, porque hay una gran caldera aquí, aunque hayan varios fuegos debajo, que no calientan todos a la vez…Me molestaría mucho que se parara de golpe. Todos tenemos ganas de ver surgir algo de todo esto. Me gustaría que aquí quedara una cantera para pensar y vivir de otra manera, que hubiera una zona experimental que quede abierta, sin control, sin búsqueda de rendimiento, algo que sea libre de policías, un lugar donde conseguimos reconocernos, decir los buenos días, y encontrar un equilibrio. Yo habré ganado mi lucha personal cuando se haya ganado todo esto. La lucha tiene que dejar un espacio abierto, lo más grande posible.
Dominique, portavoz de ACIPA, nativo de Notre-Dame-des-Landes.
Entre lo que se trama en la zad hay algo de la comuna. Algo de la comuna de 1871, cuando una irreprimible emoción colectiva invade a los habitantes de París, que se convirtieron, tras las barricadas, en los dueños de su vida cotidiana y de su historia, levantando una esperanza revolucionaria enorme y acarreando a su paso levantamientos en numerosas ciudades. Algo de las comunas de la Edad Media, que consiguieron liberarse del control del poder feudal y defender los comunales, esas tierras, herramientas y recursos para un uso compartido. Algo también, de la efímera comuna de Nantes en 1968, durante la cual obreros y estudiantes ocuparon el ayuntamiento de la ciudad, bloquearon la región y organizaron el abastecimiento de los huelguistas con los campesinos. Algo que, en adelante, es el medio y la esencia de nuestra lucha, y que debemos seguir profundizando. Estos imaginarios son de aquellos que irrigan el bocage de Notre-Dame-des-Landes en la búsqueda de un presente deseable y de un futuro posible.
Desde la primavera del 2013, no dejamos de visualizar el futuro de la zad sin aeropuerto. Obras colectivas en asambleas, con el pasar de las siembras y de los cultivos, algo está naciendo de nuestro arraigo sobre el territorio. Se hace un balance de situación de las tierras. Se trata de construir entre nosotros una comprensión común de la situación. A medida que avanzan los debates nos apartamos de un enfoque estrictamente agrícola y jurídico para que juntos pensemos cuales serán nuestros objetivos políticos en el caso de una victoria.
En noviembre del 2015, luego de algo más de un año de discusiones en todos los espacios de organización del movimiento, sus diferentes integrantes asumen un compromiso decisivo para el futuro. Aquí los términos :
Una vez abandonado el proyecto de aeropuerto, queremos :
1- Que los-as habitantes, propietarios-as o inquilinos-as siendo objeto de un procedimiento de expropiación o de desalojo, puedan quedarse en la zona y recuperar sus derechos.
2- Que los-as agricultores implicados-as en lucha, habiendo rechazado doblegarse ante AGO-Vinci, puedan continuar cultivando libremente las tierras que poseen para su uso, cubrir sus derechos y continuar con sus actividades en buenas condiciones.
3- Que los-as nuevos-as habitantes venidos-as a ocupar la zad para participar en la lucha puedan quedarse en la zona. Aquello que se haya construido desde el 2007 en el movimiento de ocupación en términos de experimentaciones agrícolas fuera del marco, de viviendas autoconstruidas o de viviendas ligeras (cabañas, caravanas, yurtas, etc), de formas de vidas y de luchas pueda mantenerse y continuarse.
4- Que las tierras redistribuidas cada año por la cámara de agricultura a cuenta de AGO-Vinci bajo la forma de contratos precarios queden a cargo de una entidad surgida del movimiento de lucha que reunirá a todos sus integrantes. Que sea el movimiento anti-aeropuerto y no las instituciones habituales las que determinen el uso de las tierras.
5- Que esas tierras se destinen a nuevas instalaciones agrícolas y no agrícolas, oficiales o fuera del marco y no al agrandamiento.
6- Que esas bases se conviertan en realidad por nuestra determinación colectiva. Y juntos prestaremos atención a resolver los eventuales conflictos ligados a su puesta en marcha. Sembramos y construimos ya un futuro sin aeropuerto en la diversidad y la cohesión. Nos corresponde a todos-as, desde hoy mismo, hacerlo florecer y defenderlo.
En ese otoño del 2015, ya no se trata solamente de enfrentarnos al proyecto del aeropuerto, ni siquiera contra el mundo, sino también de defender la posibilidad de un destino común en el bocage.
Estamos en Versailles, el 28 de noviembre del 2015, en la víspera de la COP 21, Cumbre intergubernamental sobre el cambio climático. Desde hace semanas, el gobierno espeta que pronto comenzarán los trabajos del aeropuerto y que acabará con la zad, « territorio perdido de la República ». Sin vergüenza alguna, pretende al mismo tiempo hacer la promoción de sus preocupaciones medioambientales en el Bourget durante la COP.
Desde los atentados del 13 de noviembre, el ejecutivo ha aumentado considerablemente sus medios de control sobre la población, con la declaración del estado de urgencia. Aprovecha oportunamente para prohibir todas las manifestaciones de calle previstas durante la cumbre y para lanzar una serie de registros y asignaciones a residencia, que tienen como objetivo, entre otros, a los-as compañeros-as del movimiento.
Nos fuimos de Notre-Dame-des-Landes hace una semana con cinco tractores, una cantina móvil y 200 ciclistas de entre 1 a 70 años, en dirección a la capital. Enardecidos por la amenaza de un nuevo intento de desalojo de la zad, hemos decidido poner al gobierno frente a su hipocresía. Desde el día siguiente, el convoy ha ignorado un cordón policial y las prohibiciones sucesivas de seguir circulando. No hemos cesado de avanzar.
Si las autoridades no querían saber nada de nosotros, no era el caso de los-as habitantes de las regiones atravesadas, más bien al contrario. Éstas, centenares, nos han abierto sus casas, sus campos, sus salas de fiestas, recordándonos hasta qué punto el movimiento está vivo más allá de la zad. Estos insumisos-as no nos han ofrecido su hospitalidad en un único gesto de apoyo, sino también, porque ellos-as luchan localmente contra la privatización de un bosque, para que los-as migrantes tengan un techo, contra la influencia de la agro-industria o para impedir la creación de una nueva zona comercial, instalando en su lugar un jardín colectivo. Y en el clima febril que ha invadido al país, muchos han encontrado en la acogida al convoy la ocasión de desafiar a su manera la dura represión « antiterrorista ».
Otras marchas o convoyes nos han alcanzado en el trayecto desde otros territorios en lucha : de Bure donde se proyecta un centro de soterramiento de residuos nucleares, del barrio libre de las Lentillères de Dijon, de la lucha contra la línea de alta velocidad alrededor de Agen, de las bouilles de Sivens o de los bosques de Roybon y de Morvan. En tres años, la zad se ha convertido en un hito inspirador de lucha, que va más allá del bocage y del que no cesan de nacer barricadas habitables frente a los que organizan nuestras vidas.
La noche anterior, reunidos en un establo ecuestre, sentados sobre la arena o colgados de los balcones, hemos decidido que nuestro equipo iría a Versailles. Ya que desde esa ciudadela anacrónica, diez días antes, el senado y el parlamento reunidos, adoptando una pose absolutista, decidieron prolongar por otros tres meses el estado de urgencia.
Hemos viajado desde el alba, eufóricos por los kilómetros recorridos y por los vínculos que se han tejido esta semana. Poco antes de la Plaza de Armas, el convoy hace un alto y marchamos juntos a pie detrás de una gran pancarta pintada durante la noche, inspirado en un verso de Sheakspeare : « Si vivimos, vivimos para caminar sobre la cabeza de los reyes. » Cerca de los edificios de la corte, una fila de policías intenta una última vez contenernos, alrededor de la estatua de Luis XIV. Pero continuamos avanzando y ellos reculan, hasta delante de las rejas del castillo. Unas mesas son desplegadas en círculo, para un gran banquete compartido. La voz de un campesino que ha venido en tractor se desprende bajo los hurra : « En 1871, los versalleses aplastaron la comuna de París. Las zads son hoy como tantas comunas libres. Y afirmamos aquí que estas comunas no se dejarán desalojar más. »
Hay entre nosotros, dos compadres que han hecho la ruta juntos en tándem, eso que casi no se conocían antes de la salida, y que no se han separado. Mientras cae la noche, a las puertas del castillo, entonan juntos : « Y dentro de 10 años los aviones ya no despegarán ». Cada uno reanuda a coro cada vez más fuerte. « Pueden soñar sus aeropuertos, cada día les haremos tener pesadillas. » Todo el mundo baila en círculo, cuerpo a cuerpo.
Defenderla como experiencia y fuerza colectiva en un rincón del bogage que ha reunido e inspirado a decenas de miles de personas desde hace años. Si se empecinan en volver, hacemos un llamamiento a hacer frente con una defensa de la zona con uñas y dientes, por un bloqueo de la región y por la ocupación de los lugares de poder, así como por banquetes en las plazas de las ciudades y pueblos. Llamamos a multiplicar las acciones con el fin de lograr el abandono del proyecto del aeropuerto y asegurar la continuidad de la experimentación política en efervescencia en este territorio.
Pero hay que defender la zad también como posibilidad histórica, desde ahora y ya, convertida en contagiosa, que puede actualizarse en miles de lugares diferentes y de miles de maneras todavía. Llamamos a que el espíritu de la zad continúe difundiéndose, tomando prestadas cada vez voces singulares, pero con el mismo deseo de abrir brechas por todas partes. Brechas frente al frenesí de la seguridad, frente al desastre ecológico, frente al cierre de las fronteras, a la vigilancia generalizada, a la mercantilización de todo lo que existe.
La zad y todo aquello que representa, a la vista de los combates de ayer y de otros lados, constituye aquí y ahora una preciada luz de esperanza en esta época desencantada.
Hay que defender la zad.
En Notre-Dame-des-Landes.
En todas partes.
Textos y encuentros sobre la lucha :
sitio del movimiento de ocupación
sitio del Acipa
sitio del Naturalistes en lutte
Probablemente haya un comité local cerca de vuestra casa a partir del que organizar o algunas personas y energías cómplices con aquellas que lo constituyen.
Hay también múltiples ocasiones de visitar por la zad : obras, fiestas, talleres, banquetes y acciones. Calendario en las web del movimiento.